martes, 29 de septiembre de 2009

Una vision aterradora


Queridos amigos y lectores, la rabiosa actualidad manda y es por todos sabido el barullo que ha originado la foto de las hijas de Zp.
Viendo la foto, no he podido pasar por alto cosas que me han llegado a la memoria, cosas relacionadas con mi trabajo, pues la sorpresa también me ha conmocionado varias veces en mi humilde labor profesional como anticuario.
Pero dicho sea de paso, no siempre fui un anticuario con tienda y trabajo relajado, no, que va, hace pocos años también vendía en rastros de antigüedades, vendía con una manta en el suelo y es en estos rastros donde el recuerdo de las hijas de Zp me trasportan.
Fue en el rastro de Murcia, hará algunos años, cuando aun podías encontrar cosas interesantes, en esa época los clientes fijos y habituales terminaban teniendo cierta confianza e incluso amistad con el vendedor, a mi me ocurrió en muchas ocasiones y cierto es que algunas de esas amistades las conservo, pero vayamos a la enjundia de este asunto.
En dicho rastro, era habitual encontrarte con personajes de lo más variopinto, desde coleccionistas de postales, cajas de pimentón o maquinas de escribir a gente de dinero buscando decorar una casa, cortijo o chalet y como no, frikis adquiriendo cualquier otra mierda que les llamara la atención.
Pues bien, una de esos clientes habituales era una señora mayor que siempre iba acompañada de su hija, dicha señora estaría mas cerca de los 80 que de los 70, arrugada como una pasa, sus ropas mas bien algo descuidadas y el peinado parecía cosa de brujería, pues no había pelo que no estuviera peleado con el de al lado, la hija de esta era una solterona vocacional de unos 50 años, siempre detrás de su madre apuntillando con frases todo lo que esta decía, y cuya forma de vestir y peinarse estaba inspirada en su progenitora, bueno, estas clientas acudían todos los domingos con intención de comprar, y cierto es que compraban, eso si, primero preguntaban unas 200 veces los precios y cuando algo se salía de su presupuesto pues le sacaban faltas o desperfectos, manera muy habitual de consolarse uno mismo, huelga decir que su presupuesto en pesetas no era superior a 1000 o 2000 pts.


Con el paso del tiempo, mi interés por esta peculiar madre e hija fue acrecentándose y en los momentos de relax, mi padre y yo divagábamos con la utilidad que le daban a estas cosas, pues todos los domingos se llevaban algo a casa, eso si, siempre cosas de dudoso gusto pero cuyo precio oscilaba en sus parámetros.
Un día, cuando la confianza era ya la suficiente como para interesarse por cuestiones mas personales, le pregunte a la madre que utilidad le daba a todas las mierdas que se llavaban, cierto es que no utilice ese adjetivo, ella mirándome a la cara y con un semblante de lo mas normal, me respondió, somos decoradoras.
Tal y como manda la tradición, esta noticia corrió por todo el rastro de Murcia cual reguero de pólvora y el sobrenombre que se les puso fue de los mas acertado y en adelante fueron conocidas como, las decoradoras de contenedores.
Y viendo las fotos de las hijas de nuestro presidente no me queda mas remedio que pensar, que estas niñas han sido asesoradas en su vestimenta por mis amigas las decoradoras de contenedores.

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