miércoles, 14 de julio de 2010

Ni piratas ni el Caribe.


Habiendo ya pasado casi dos tercios del veraneo de tres meses que era lo habitual de un joven de 18 años a finales de los 80, el tedio nos tenia hundidos, la monotonía nos tenia consumidos, el tiempo corría lentamente y no teníamos manera de salir de ese ritual de lo habitual que en el fondo no era tan malo, pues teníamos la suerte de que la rutina a la que nos acostumbramos era inmejorable, pero ansiábamos algo distinto, algo a lo que nos enfrentáramos como verdaderos héroes, algo que pusiera a prueba nuestra osadía.
Fue entonces cuando el amigo David, osado entre los más osados, nos propuso la idea de ir desde la Torre de la Horadada hasta Cabo Roig en una “Pastinaca”, la respuesta tanto de mi amigo Curro
como la mía fue positiva y aceptamos el reto, cabe decir que la pastinaca es un velero de cuatro metros que carece de motor y solo es impulsado por la fuerza del dios Eolo.
Así que nos citamos para el d
ía siguiente en el puerto de la Torre a una buena hora de la mañana las 10 aproximadamente que eso ya era madrugar bastante para nosotros y asegurándonos de que nos preparábamos correctamente para tal aventura.
A dicha hora aparecimos tanto el Curro como yo por el puerto y vimos a David que estaba preparando el barco, yo muy osado y conociendo a David le pregunté.
-¿David, el barco de quién es?, el me respondió que era de una amiga suya que estaba en Murcia y que se lo había dejado para lo que quisiera; bien, esa respuesta me valía, pues conocía del buen hacer de David en los veleros y de su gran prole de amigas.
Total que en 5 minutos estábamos los tres montados en el barco con tres bocadillos, dos litros de cerveza, unas toallas, 1000 pesetas a lo sumo y con ganas de navegar.
La salida del puerto la hicimos a vela como es lógico y la pericia de David en tales casos era superlativa pues ya de muy crio fue un osado marinero que no perdonaba un día de navegación por ninguna otra actividad.

En general la ida fue bastante correcta, atamos los litros con dos cabos y los lanzamos al mar para que según nuestros conocimientos físicos-quimicos, estos se fueran enfriando (ahora desconozco por completo en que basamos esos conocimientos o si era vox populi) y de tal guisa navegamos con la proa orientada hacia Cabo Roig y albergando en nuestras mentes y espíritus la idea de que comenzaba una gran aventura.
La ida fue muy amena, hablábamos, nos reíamos, abrimos un litro que de momento y según nuestros cálculos aun no debería estar muy frió, pues esperábamos que cuanto más tiempo estuviera bajo el agua mas se enfriara y en fin nos sentíamos como verdaderos aventureros.
No recuerdo lo que tardamos en llegar al puerto de Cabo Roig, lo que si se, es que eran cerca de las 14 horas y supongo que haríamos alguna parada para bañarnos y hacer alguna que otra gilipollez, lo cierto es que una vez llegado al puerto, entramos en nuestro “velero” y buscamos un punto donde amarrar, supongo que algún marinero del puerto nos indicaría algo y allí fue donde dejamos la pastinaca por un momento.
Pusimos pie en tierra sintiéndonos héroes, albergábamos la idea de que las féminas se nos acercaran para preguntarnos por nuestra gran aventura, que nos rodearan con verdadero interés, que babearan a nuestro paso, pero claro nada de eso ocurrió, allí estábamos los tres jovenzuelos con una toalla cada uno, un litro más caliente que el culo de un carbonero y una bolsa del “Estanco” con tres bocatas de salchichón que daba grima verlo.
De esta guisa tuvimos la osadía de acercarnos al Club del puerto a gastarnos las 1000 pesetas que teníamos en un “aperitivo”. Tuvimos la decencia de ponernos la camiseta que habíamos dejado enrolladas en un pequeño habitáculo que tenía el velero y que al desenrollarlas vimos que estaban más arrugadas que el codo de Matusalén, pero así, como verdaderos náufragos del mar entramos en el club. Antes de sentarnos nos acercamos a la barra para contemplar lo que había, y la cosa no pintaba mal, quisquilla, calamares, gamba roja, almejas, ensaladilla, almendras, olivas, etc, preguntamos precios, ya que aunque nuestro capital nos parecía importante teníamos que asegurarnos de no malgastarlo, una vez saciada nuestra curiosidad nos sentamos en la mesa y esperamos a que el camarero nos acercara nuestro pedido, al rato lo vimos acercarse con su bandeja en la que descansaban tres estupendas cervezas frías, unas ensaladilla y unas olivas, nuestro aperitivo fue una puta mierda, habíamos fallado en la percepción de lo que nosotros jóvenes estudiantes, entendíamos por tener dinero.
Una vez saboreada esa magnífica cerveza y devorar las ensaladillas nos acercamos al barco para comernos nuestro puto bocadillo de ese pan del “Saura” que parecía chicle con el litro calentujo, que recuerdo que me dio hasta arcadas y sin retardar mas el momento teniendo en cuenta la travesía que aun nos quedaba decidimos volver hacia nuestro punto de origen.
La vuelta fue catastrófica, el día era cojonudo, una mar tranquila, un sol de justicia y ni una puta gota de viento, total que el amigo David viendo lo que se nos avecinaba, ató el timón con una cuerda a un obenque y se tiro a descansar en un lado de la pastinaca, yo actué de la misma forma y cada poco tiempo dejaba caer la mano hacia el agua, recogía un poco y me mojaba la cabeza en previsión de no caer en estado de coma o alucinaciones, Curro se situó en la proa en forma de Buda y rezó para que el viento pronto llegara pues él era el único que debía entrar a trabajar a eso de las 8 o las 9 en un pub de Campoamor, más concretamente el Don Gato, lugar donde unos días después fui mi bautismo de barman.
Pasado un tiempo nos sobresalto la ida de olla de Curro dando gritos y cagándose en toda criatura viviente, fue algo espantoso una reacción que nos hizo partirnos la polla durante un rato, la cosa fue mas o menos así.
-¡¡¡¡¡¡Hostia ya, que sople el puto viento!!!!!!!, ¡¡¡¡tu David no tienes ni puta idea déjame a mí el timón!!!!!!.
Nosotros le dejamos actuar en consecuencia mientras seguíamos tumbados y divagando. Pasada una media hora y viendo que no conseguía que el barco fuera mas rápido, dejo el timón y volvió a su pose de Buda en la proa. El tiempo avanzaba inexorablemente, la impotencia hacia mella en nuestras mentes, no teníamos posibilidad de comunicación con nadie y andábamos bastante alejados de la costa como para intentar alcanzarla a nado, cosa que a Curro se le pasó por la cabeza pero que rápidamente le quitamos esa idea cuando le dijimos, -“Pues tírate, así iremos más rápido nosotros”.
Total que a eso de las 7 de la tarde se levanto una ligera brisa a la altura de Campoamor, y después de 4 horas de navegación el barco empezó a coger algo de velocidad, a las ocho más o menos llegamos a puerto, recuerdo a mi padre esperándonos en el pantanal y con cara de decir, sois los tres unos gilipollas sin conocimiento, y el Curro saltando del barco como alma que lleva el diablo y corriendo para su casa mientras ni siquiera se despedía de nosotros.
Unos días después averiguamos que el amigo David que había sido Torreño durante algunos años y que ese año su familia no alquilo casa en la Torre, estuvo viviendo con un macuto en diversos barcos que supuso no estaban siendo visitados ese verano y que por lo tanto sabia que la pastinaca en cuestión no estaba siendo utilizada por nadie, así que el muy cabrón nos hizo robar un barco para darnos un paseo por el mediterráneo, este tipo de cosas fue muy frecuente en su personalidad y por lo tanto no es de extrañar que un día lo sacaran a hostia de un barco del puerto.
En fin, estas cosas me hacen pensar que la falta de cordura va asociada irremediablemente a la juventud, por lo menos en nuestros casos.


P.d. La foto de las viandas está realizada desde el restaurante del puerto de Cabo Roig y desde esa ventana se veía nuestra mierda velero aparcado.

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